Peña Telera y Pico Culivillas.
Ice Piri 2017
Lo que en principio iba a ser una idílica estancia pirenaica entre
Luis y Goyo se convirtió finalmente en un ménage a cinco, pues finalmente se
apuntaron también César, Félix y Ángel.
Partimos la mañana del 2 de enero con parada en Laredo para
recoger a César, quien jamás se había puesto unos crampones, pero para un basko de Laredo esto no es ningún
impedimento para acometer una escalada catalogada como MD-, que era nuestra
intención en Peña Telera, uno de los parajes emblemáticos de la escalada en
hielo del Pirineo. Con unos botas y crammpones que le habían traído los Reyes
con anticipación y unos piolets prestados… ¿Hace falta algo más o qué?
Un viaje entretenido con unas cuantas paradas para comprar pan ,
comer en un restaurante cerrado cercano a Jaca y unos cafés en este mismo
pueblo, nos condujo a Piedrafita de Jaca, donde arribamos ya por la tarde. De
allí, una pista asfaltada nos dejó junto a una estabulación enorme que hace
tiempo está catalogada dentro de la Red de Refugios de Altai. Aprovechamos las
últimas luces del día para aproximarnos por la pista hasta el ibón de
Piedrafita, al pie de Peña Telera, y hacernos una idea de la aproximación al
corredor.
Peña Telera |
Nos levantamos a las 6 de la mañana, y en una hora ya estábamos en
marcha. Con las primeras luces ya habíamos
alcanzado la base de Peña Telera, y una
vez allí el corredor elegido fue el Mª José Aller, 650 metros y MD-. Formamos
dos cordadas y nos dirigimos hacia el gran cono de deyección que baja del
mismo.
Una penosa y larga subida por una rampa de unos 45-50 grados nos
depositó en una pequeña cueva al pie de una cascada vertical de unos 7 u 8
metros. Una escalada muy estética y disfrutona nos llevó a unos campos de nieve
dura. Apurando la cuerda hasta el final montamos reunión con dos clavos en unas
rocas a la derecha del corredor.
1 largo |
Ya en el segundo largo, unos 15 metros después de la reunión llegamos
a un resalte en mixto muy delicado. Por la izquierda, nieve muy blanda, y en el
resto del resalte, dada la escasez de hielo, había que hilar muy fino para
poder ir superándolo poco a poco. Un tornillo al principio, un camalot azul y
un viejo cordino nos sirvieron para pasarlo. Otro resalte vertical pero más
fácil nos dio paso a otro campo de nieve donde, ya a tope de cuerda, tuvimos
que montar la reunión con una estaca y los piolets. Desde aquí y en ensamble, llegamos
a una bifurcación. Optamos por la izquierda, más vertical y estética. Al poco
nos dimos cuenta de nuestro error, una zona muy sucia y expuesta que nos dio
algún problema. Avisamos al resto de que no era una buena opción y por fin
llegamos a la última dificultad de la jornada, otro resalte cuya principal dificultad estaba al principio,
dada la escasez de hielo. Al final, con más facilidad de la que pensábamos,
superamos el resalte en el que nos encontramos un clavo al principio y luego
pudimos proteger con tornillos. Nos faltaron unos 15 metros para llegar al fin
del corredor, así que tuvimos que montar la última reunión en unas rocas a la
izquierda. Y ya no nos quedó más que recorrer esa poca distancia para pasar del
mordisco del frío y el viento a la caricia del sol, donde Luis pudo explicar
con todo lujo de detalles a una pareja de guipuchis que iban a la par las montañas
que podían escalar en la Cordillera Blanca de Perú, lugar al que pensaban ir en
verano.
Ultimo resalte |
Por fin el sol |
Hacia los rápeles |
Se nos echaba el tiempo encima, con lo cual la idea de hacer
cumbre pasó a segundo plano, con lo que optamos por rodear la Punta Capullo y
dirigirnos al corredor de la Y, el cual tiene habilitados un par de rápeles, y
de aquí, un larguísimo e interminable descenso que nos dejó un poco tocados.
Rapeles de la Y |
Al
final del mismo, ya noche cerrada, recogimos a otro par de vascos que venían
sin luces con los que Luis entabló de nuevo animada conversación hasta la
llegada al refugio cerca de las 9 de la noche.
Unas cervezas que nos supieron a gloria y una buena cena nos
llevaron rápidamente a dormir, pues al día siguiente, a pesar de la trisca,
decidimos hacer el corredor norte-noroeste del Pico Culivillas, en
Formigal, 300 metros y D sup.
Nos levantamos un poco más tarde, a las 7, y pusimos rumbo a la
estación de Formigal, en el párking Anayet. Allí identificamos nuestro objetivo
y, junto a un par de cordadas más, nos dirigimos hacia él a través de un barranco
que va rodeándolo y que forma parte del GR pirenaico.
Cara norte del Pico Culivillas |
Al vislumbrar el corredor, observamos que había 2 cordadas en el
mismo, y otras dos que se dirigían hacia él. Afortunadamente, estas últimas
optaron por otras vías, con lo cual, cuando llegamos al corredor propiamente
dicho, estaba despejado. Solo algunas coladas de nieve que caían de la parte
superior nos indicaban de la presencia de otros escaladores.
Via un poco masificada |
El primer largo transcurre por un diedro vertical de unos 10
metros que estaba bastante escalonado y
que nos lleva a una zona de nieve dura algo más tumbada. Montamos la reunión,
con mucha dificultad, bajo una roca al final de la línea de escalada. Y es que
lo mejor habría sido desviarnos a la izquierda continuando la cascada, ya menos
vertical, con lo cual los apuros para montar la reunión y la salida de la misma
habrían sido más sencillos.
1 resalte |
2 largo |
El segundo largo tuvo la mayor dificultad en su arranque. Una vez
superado este, se trata de remontar unas rampas de unos 50 º hasta el tope de
cuerda. Montamos la segunda reunión en unas rocas a la izquierda, y de aquí desencordados
hasta la cima, a donde llegamos por su arista.
Arista y el Midi |
Un día magnífico, con unas vistas estupendas y un poco de comida,
nos retuvo su buena media hora en la cumbre mientras charlábamos con otra
pareja de vascos que llegaron poco después. Como se puede observar, no
encontramos a nadie que no fuera vasco. Y luego dicen de los gallegos…
Ya solo nos quedaba coger la arista SO y llegar a un collado desde
nos dirigimos hacia a una serie de rampas que nos condujeron a la estación de
esquí.
Cumbre |
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