Petite Aiguille Verte (3.508 m) y Aiguille de Bionnassay
(4.052 m.),
Fin de verano y vuelta a la rutina que lo único que tiene bueno es que
te permite mirar hacia atrás y recordar lo vivido pero no valorado en su medida
en el momento de hacerlo. Esto me ha ocurrido con el viaje a Alpes realizado
del 4 al 14 de agosto.
En un principio sin objetivos claros pero con 1.200 kilómetros de coche para
concretarlos. Si es cierto que a los tres nos atraía subir al Aiguille de
Bionnassay, hacer la arista que lo une al Mont Blanc y coronar el techo de los
Alpes.
Mucho calor en el viaje de ida y la llegada a Chamonix fue como siempre
cansados de coche. Paseo por el pueblo/ciudad, ver la meteo y primeros
problemas; no dan muy bueno. Para el día siguiente dan malo y luego un día
bueno para continuar mal tiempo. Nos decantamos por la zona de Envers para
escalar un poco.
Pasamos la noche en un “refugio de Altai” en Le Tour y a la mañana
siguiente, sin madrugar, bajamos a Chamonix a coger el tren cremallera que nos
subirá hasta Montenvers. Amaneció gris y con amenaza de lluvia que se cumplió
en las escaleras que bajan a la M;er de Glace. Nos llamó la atención dichas
escaleras y sobre todo las que suben de la Mer de Glace al Refugio de Envers,
son una ferrata auténtica; si hasta desplomaban.
Subiendo al refugio de Envers |
Al refugio llegamos empapados y nos metimos dentro a pasar la tarde y
esperar a que parara y poner la tienda. Paró y despejó y el espectáculo de
cumbres fue glorioso así como las luces del atardecer. Vaya cambio de tiempo.
Un día de lluvia dió lugar a una tarde despejada. |
Al día siguiente escalamos parte de una vía de una de las agujas pero
esas fisuras de granito no están hechas para nosotros, de momento. La vía es
rapelable así que para abajo y a disfrutar del panorama que era grandioso.
El panorama grandioso. |
Sin prisas recogimos y a enfrentarnos a la ferrata del día anterior. Es
impresionante como limó el glaciar a las paredes de granito y las dejó lisas
como un cristal. También es destacable el descenso del espesor de hielo del
glaciar.
Tras esta primera toma de contacto nos tocó un día de lluvia de esos que
no recordábamos y la tarde la pasamos en el rocódromo, con mayúsculas, de Les
Houches. Abarrotado de gente y sobre todo un olor a pies en todo el que te
hacía recordar que estás en uno los países que más quesos produce.
Miércoles bueno y jueves y viernes muy malo. Así que nos decantamos por
una actividad rápida como fue subir al Petite
Aiguille Verte. Usamos el teleférico de Grands Montets que nos dejó a 3.295
metros. Bajamos hasta el glaciar donde nos encordamos y salimos para cumbre.
Habíamos leído que era una ascensión poco difícil pero al final, en la parte
superior del glaciar, la nieve dura/hielo asomaba y varias placas de roca nos
hizo sorprendernos del “poco difícil”. Es una cima relativamente cómoda de
ascender y las vistas por la mañana fueron espectaculares sobre todo al Dru y
la arista que une el Petite Verte al Aiguille Verte. A lo lejos el Mont Blanc y
nuestro próximo objetivo; Aiguille de Bionnassay.
Placa de una vía poco difícil. |
La bajada la hicimos por el mismo sitio que subimos y coincidimos con
varias cordadas que habían subido por la parte izquierda de la montaña.
Rapelamos en tres sitios y a media tarde estábamos en la estación de Grands
Montets metidos en la niebla. Estaba claro que nos íbamos a chupar dos días de
mal tiempo.
Lo que puede ser la cumbre con el Dru de fondo. |
La predicción se cumplió y se tiró todo el jueves lloviendo sin parar y
además bajada de temperaturas. Las montañas, cuando se dejaban ver, se veían
con nieve reciente. Decidimos hacer turismo y nos fuimos a Annecy con su lago y
sus canales. Pasamos el día paseando y visitándolo que ninguno lo conocíamos y
nos gustó bastante.
Annecy y su icónica foto. |
El viernes también lloviendo y con frío pero
para el sábado ya daban mejor. Arriba seguía nevando y como el lunes teníamos
que viajar habría que cortar la actividad de la aguja de Bionnassay. La idea primitiva
era travesía Miage-Bionnassay-Mont Blanc pero por falta de tiempo decidimos
quitar la arista de Miage. Subiríamos desde el pueblo de Bionnassay hasta
Durier en el día y al día siguiente completaríamos la actividad volviendo al
pueblo. El viernes otro paseo por Chamonix, visita al museo alpino, que nos
decepcionó bastante, y nos dedicamos a ver algunas actividades que se estaban
organizando con motivo de la Fiesta de los Guías.
Por fin llegó el sábado y el buen tiempo. Salimos para Bionnassay un
pueblo realmente bonito y alpino en el sentido estricto. La carretera de acceso
muy estrecha rodeada de bosques y praderas que
acaba en un parking llamado Le Crozat donde dejamos el coche.
Llegando al collado de Tricot |
Preparación de mochilas y a por los dosmil metros de desnivel que nos separan
del refugio de Durier. La primera parte
hasta el collado de Tricot es un paseo por bosques y praderías alpinas que
además están llenas de arándanos. Nos pusimos tibios. En el collado de Tricot
las nubes nos envuelven y vemos que enseguida nos meteremos en la nieve recién caída.
De aquí una larga travesía hasta el refugio de Plan Glaciar a 2.730 metros.
Aquí llegamos abriendo huella por la nevada reciente que alcanzaba espesores
significativos para ser agosto. El refugio nos parece de lo menos acogedor;
pegado a la roca, sin espacio horizontal y con agua por todos los lados por la
fusión de la nieve.
Refugio de Plan Glaciar |
Comemos algo y a seguir. Habíamos leído que se tardaba tres horas hasta
Durier y nos parecía bastante para lo que ya llevábamos. Rodeados de nieve
vamos buscando la huella dejada por dos que van delante. Hay que trepar, tirar
de cables y evitar mojarte porque había agua por todas partes y la nieve estaba
empapada. Desde un alto observamos que hay que destrepar, hasta el glaciar de
Miage, por unas placas con nieve y agua. Con mucho cuidado vamos bajando y
llegamos al glaciar que se le ve bien blanquito de la nevada. La cordada que
llevamos delante va abriendo huella y nosotros se lo agradecemos porque además
tienen pinta que saben por donde es el camino cosa que nosotros solo intuimos.
Nevadita alpina de agosto. |
Nos encordamos y seguimos con la travesía por el glaciar hasta el
espolón de roca que te lleva a la arista. Sin problemas llegamos al espolón y a
por los últimos 500 metros de desnivel que solucionamos trepando y siguiendo
las marcas rojas que guían hasta la caseta metálica que es el refugio de
Durier. Por cierto, el que se ve desde abajo es el viejo, el nuevo no se ve.
Saliendo del glaciar de Miage |
Subiendo por el espolón al refugio de Durier |
A las 5 de la tarde llegamos cansados, calados los pies por la nieve
sopa y con la sensación de llevar andando tres días. La pareja que llevábamos
por delante era un guía y su clienta de ahí su determinación a la hora de
seguir el inexistente camino.
Haciendo la fotosíntesis |
Atardecer de los que no se olvidan |
Al poco llegaron 5 polacos y en total seríamos las diez personas que
intentaríamos la arista al día siguiente. El guía sabía español así que
estuvimos hablando con él de su trabajo, de la arista y diferentes temas. Cena
potente con plato fuerte a base de lentejas y una salchicha hermosa y un atardecer
que nos hizo olvidar el sufrimiento. Que tranquilidad se respiraba allí arriba
y además con el buen rollo tan escaso en muchos refugios.
A las nueve a la cama y a las tres de la mañana arriba. Desayuno y a
ponernos la botas que seguían empapadas del día anterior. A las 4 salimos a
disfrutar de una noche estrellada y de la lluvia de estrellas de las Lágrimas
de San Lorenzo. Temperatura ideal y nieve perfecta. El guía iba delante aunque
enseguida los alcanzamos y adelantamos. A lo lejos empezamos a ver las
linternas de todos los que subían al Mont Blanc y nos sentimos afortunados por
nuestra soledad. Sobre los 3800 hay una parte rocosa vertical que la dan de IV
grado y donde nos encordamos y aseguramos. Aquí nos adelantó el guía.
Llegando al torreón |
Arista antes de la zona de escalada |
Los primeros metros los escalamos sin encordar |
Tras esa escalada viene otro trozo de arista que te deja en la cima
aunque realmente no existe como tal. Por delante toda la arista tapizaba de
nieve recién caída y con la débil huella del guía y su clienta. Funambulismo
puro sin red. Concentración máxima y pasitos muy cortos para estabilizar la
pisada porque la huella de los de adelante no era nada estable. Fue agotador
mentalmente y nos llevó mucho tiempo completar la arista.
Lo que es la cumbre del Aiguille de Bionnassay |
En el Pitón de los Italianos ya nos dimos cuenta que al Mont Blanc no
iríamos porque habíamos gastado mucho tiempo en hacer la arista. Así que
atravesamos el Dome de Gouter nos metimos en la normal del Mont Blanc y
conectamos el piloto automático porque nos esperaban tres mil metros de
desnivel de bajada.
Vimos el nuevo refugio de Gouter, que Teo lo bautizó como “Pachá Gouter”,
y desde el refugio viejo contemplamos la arista de bajada a Tete Rousses y el
atasco que había con cordadas que subían y las que bajaban. Mucha paciencia y
para abajo controlando a las cordadas que adelantábamos porque se ven cosas que
te ponen los pelos de punta. Tachando refugios pasamos por el de Tete Rousses y
continuamos al de Nid d´Aigle, Aquí podíamos haber cogido el tren pero habíamos
decidido hacer toda la actividad a pata.
Empiezan los equilibrismos |
La arista camino al Dome de Gouter |
Desde un mirador vimos la pradería del parking y los últimos mil metros
de desnivel que nos quedaban y para allá nos fuimos. A las 8 de la tarde
llegábamos al coche muy cansados porque llevábamos desde las 4 de la madrugada
andando y además con los pies empapados. La sonrisa que se nos dibujaba en la
cara lo decía todo. Habíamos hecho una de las aristas de nieve más
espectaculares de los Alpes y además bien blanquita porque la roca brillaba por
su ausencia.
Los tres y la arista que acabábamos de hacer |
Esta vez los Alpes no nos trataron como suelen hacerlo últimamente. El
tiempo meteorológico nos mareó un poco pero al final la tarea se hizo y pasamos
10 días disfrutando de los que nos gusta; montaña.
Mar de Glace |
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